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  • La gobernanza de la colaboración, ¿qué está pasando?
Mikeldi Zeberio LoinazConsultor
2022-07-29 / BLOG

#ZalantzariLeihoBat (#UnaVentanaALaDuda) es el lema elegido para las jornadas  #EraldaketanGara, dentro del 25ª aniversario que Emun celebra este 2022. En el marco de dichas jornadas, el pasado 16 de junio organizamos la segunda conferencia online denominada La gobernanza de la colaboración, en el cual fueron ponentes y partícipes las investigadoras y expertas Quim Brugué, Goizalde Atxutegi e Irati Mogollón y que abrieron una reflexión en torno a nuevas formas de actuar en común en el mundo de la gobernanza colaborativa.

 

Mucha clientela, poca ciudadanía

En palabras de Quim Brugué «el paradigma de la democracia liberal nos ha querido hacer creer que no somos capaces de colaborar con las demás personas; ¿para qué voy a perder el tiempo si nunca vamos a llegar a un consenso con personas que no son las mías? Y por ello, hemos ideado mecanismos de participación individual para canalizar la voluntad ciudadana.

La democracia deliberativa, por su parte, reconoce a las personas la capacidad de encontrarse, de escuchar y de hablar entre diferentes. No tenemos por qué estar de acuerdo en todo, pero podemos avanzar juntas a pesar de nuestras diferencias.

Todo proceso de deliberación tiene dos partes: hacer públicos los argumentos y dar cabida a los de los demás. ¿Pero qué es lo que sucede? Que estamos más acostumbrados a hablar que a escuchar. Y hemos entendido la participación en demasiadas ocasiones como una mesa de reclamaciones. Por lo tanto, cultivar y alimentar la ciudadanía se ha convertido en una cuestión imprescindible».

 

¿Qué se puede construir desde las trincheras?

Goizalde Atxutegi quiso aprovechar su experiencia para señalar que «a menudo, llegan al trabajo conjunto por casualidad pero con un camino ya recorrido. Nuestra cultura política ha hecho que la colaboración se construya desde la trinchera, a un lado la administración y las instituciones y al otro la ciudadanía».

En la trinchera institucional, subrayó «la decepción que en ocasiones ha sentido al no tener muy claro cuál es el lugar de la institución colaboradora, más allá de la financiación». También hizo referencia «al miedo a equivocarse que existe y a no poder llevar adelante lo que se ha decidido en el proceso por diferentes motivos». Añadió que «todo esto está muy ligado a los ciclos políticos y que los marcos que hemos creado no son proporcionados a las administraciones; que se les quedan pequeños. Así, los tiempos de los ciclos políticos no permiten a las instituciones hacer cosas con más calma».

En torno a la colaboración, preguntó «¿A quién o qué buscamos en ese deseo de llegar a menudo al ciudadano más común? Buscamos a un perfil ciudadano abstracto (que no esté organizado, que no haya tenido costumbre de participar hasta ahora, que cuente con determinados atributos…) y eso es una quimera, no existe. Por otro lado, hay otra parte de la ciudadanía que se implica, que se ha autoconstituido sobre temas concretos y que se dedica a ello. ¿No sucede que muchas veces las administraciones en esa búsqueda del ciudadano ideal pasan por encima de aquellas que realmente son partícipes?».

En la trinchera ciudadana, sin embargo, añadío que «no por miedo, pero sí por prudencia: oponerse a tu fuente de ingresos es muy difícil. Es bonito que las administraciones subvencionen las asociaciones y las iniciativas sociales, pero a la hora de colaborar, ¿no condiciona eso mismo la colaboración? En el País Vasco nos hemos instalado tanto en las trincheras, en nuestra propia conversación, etc, que nos hemos acostumbrado a gritar. Tenemos que aprender a construir diálogos desde otros lugares. Y debemos desaprender algunas formas de hacer, de participar, de debatir».

La colaboración es un proceso de trabajo y creación conjunta. No es un simple juego de preguntas y respuestas, es de por sí un proceso de creación.

 

¿Qué fichas componen el terreno de juego?

Irati Mogollón, desde la perspectiva del asesoramiento, hizo un repaso a las diferentes fichas que componen el tablero de este juego colaborativo y sus diferentes roles:

  • Sujeto político: detrás de muchos procesos suele haber agendas ocultas que el resto de participantes desconocen. Las y los asesores son quienes ponen el cuerpo en los procesos, pero encarnan las decisiones del sujeto político y el malestar que éste podría generar. Aquí deberíamos hablar de la responsabilidad compartida y de ser corresponsables. Ante esto, deberíamos hacer un ejercicio de sinceridad, determinar hasta dónde puede llegar realmente el proceso, hacer un ejercicio de transparencia y señalar con claridad cuáles son sus alcances y sus límites.
  • Sujeto técnico: a la hora de realizar un proceso, ¿mapearemos las y los técnicos a los que queremos llegar? ¿Con quién queremos hacer el camino? Hay que tener en cuenta varias cosas: la o el técnico muchas veces se siente juzgada porque el salto al público supone un alto nivel de exposición y eso hay que cuidarlo, es necesaria una protección.
  • Movimientos sociales: cuando se llevan a cabo procesos participativos, necesitamos a la ciudadanía. Y muchas veces, sea ésta organizada o no y por el mero hecho de decorar nuestra labor de captación, vendemos demasiado y ello suscita polémicas. La ciudadanía puede esperar un 10, pero si el resultado final es un 4.5, esto produce una decepción y el consiguiente daño. ¿No deberíamos ir a los espacios de los movimientos sociales y ser nosotras mismas quienes acudimos a sus espacios naturales a realizar los procesos participativos? ¿Cómo vamos a construir nuevos modelos de gobernanza junto con ellas y ellos?

A este respecto, añadió la siguiente reflexión: «Hay que ofrecer mimo a los procesos de construcción. Esto requiere recursos económicos y tiempo. Quizás un proceso basado en la gobernanza colaborativa no puede ser inferior a tres años. Los procesos deben ser sostenibles, tanto para las personas que los desarrollan (personal técnico, etc.) como para las personas que participan en los procesos. Deberíamos asumir el concepto de sostenibilidad. Porque la gobernanza es dar pequeños pasos y avanzar en ello».

 

Avanzar es el camino

En este intercambio de opiniones concluyeron con una breve reflexión de cara al futuro: «en demasiadas ocasiones nos hemos acostumbrado a los esquemas del todo o nada, y eso no es justo. Un determinado resultado no tiene por qué invalidar todo el proceso. La gobernanza colaborativa es un ejercicio de gobierno. Y el gobierno es el ejercicio del poder. Por eso, el diálogo no tiene por qué acabar necesariamente en consenso. Sí que tiene que acabar en un momento determinado, reconociéndose mutuamente en las decisiones adoptadas, aún cuando no se esté de acuerdo con todas ellas. Hemos mitificado demasiado las ideas de consenso y consenso».

 

Si nos basamos en la colaboración, a través de la inteligencia colectiva seremos capaces de hacer grandes cosas. La colaboración es la base para la transformación y para la transformación colectiva es imprescindible la transformación que comienza desde una misma. De todo ello hablaremos en el Encuentro que hemos organizado para el próximo 6 de octubre en Arrasate bajo el lema: “La transformación comienza en una misma” donde conoceremos experiencias externas e indigaremos un viaje interno.

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